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12/7/10

BOTICAS Y REMEDIOS YA ANTIGUOS Y DESAGRADABLES

Botica, así se llamaba el reducto de la farmacia y boticario al ahora farmacéutico.

Vocablo que en nuestro país designaba a quienes con más voluntad que medios, preparaban y suministraban medicinas a los enfermos.

Los padres betlemitas parecen haber sido los primeros boticarios en nuestro país  en la primera mitad del siglo XVll y seguramente los primeros también en el resto del país.

Vinieron a hacerse cargo de nuestro primer y ruinoso Hospital San Martin, instalado en las deplorables habitaciones de un edificio que casi se caía en la calle Méjico, entre Defensa y Balcarce.

También los jesuitas, por esos tiempos tenían botica propia en Alsina y Perú junto a su templo.

Esa historia es bastante antigua, pero las farmacias modernas han perdido desde hace mucho tiempo, lo que era el corazón de una botica, que era la rebotica. Allí radicaba su prestigio, su ascendiente sobre la población en general y sobre el vecindario en partículas.

 Era el último refugio de la alquimia con sus morteros, probetas y sus mecheros Bunsen casi siempre prendido, sobre todo en invierno y sus delicadísima balanza y sus papelitos., con sus frascos de vidrio y de porcelana con sus impresionantes latines grabados donde se guardaban las drogas puras para las recetas magistrales, con sus enormes libracos donde se las registraban. Todo eso creaba un conjunto que envolvía a las boticas.

Era la misteriosa trastienda, que en mi época ya se llamaba laboratorio, que siempre despertaba en la gente, curiosidad, admiración y una pizca de temor.

Era el lugar donde por obra de una mágica superior, como en un hechizo, se elaboraban los preparados que calmarían las toses desgarrantes, aliviarían los dolores y devolverían la salud desmejorada o perdida.

Era un lugar, además donde algunos pocos privilegiados eran admitidos a sus tertulias Rodeados por el aroma de las drogas se realizaban estas tertulias donde se discutía un poco de todo,  problemas sociales, políticas, literarias y porque no también con algo de filosóficas. Donde el anarquismo de fin de siglo nunca estaba ausente y que nunca terminaban sin algo de chusmerìa barrial.

Hoy, el lugar de muchos de los específicos ha quedado reducido por la invasión de elementos de higiene personal, perfumes y algunos productos que eran inimaginables en una farmacia hasta hace muy pocos años.

Casi se podría decir que la vieja farmacia ha muerto.
Hablar de boticas y farmacias nos lleva sin querer a un tema familiar
 Y paralelo, el de la farmacopea familiar y casera. Que a veces encontraba un inesperado aliado en el propio boticario, por lo general un hombre mayor que solía tener, porque era memorioso, junto a su sabiduría oficial, un buen acopio de fórmulas de recetas y fórmulas poco conocidas.

Dichas en voz baja, entregas casi en secreto, acababan siendo más eficaces que las otras, por el componente psicológico que las acompañaba y en que el enfermo tenía una fe ciega.

Digamos que los remedios caseros, eran en su mayoría de uso externo, pomadas y ungüentos, casi siempre. Lo que prudentemente limitaba sus errores y sus consecuencias.
La mayoría eran de un olor intenso. Las dos grandes corrientes inmigratorias españolas e italianos habían contribuido con sus remedios caseros que habían traído de su país.

La creencia popular estimaba que su poder terapéutico aumentaba con la rareza de sus ingredientes o la repugnancia que inspiraban. Cuanto más desagradable mejor sería el remedio. También el olor aumentaba su fama de un buen remedio.

La palma se la llevaba en este aspecto, la untura blanca, un líquido lechoso fabricado en base a trementina de cuyas enérgicas fricciones en pecho y espalda no se salvaba nadie en tiempos de catarros y resfríos y afecciones bronquiales. Y en cuanto se le aplicaba por tercera vez, la infeliz víctima no se salvaba hasta el próximo verano del fuerte olor a trementina.

La aplicación de las populares y efectivas ventosas que colaboraban en esa terapia, solían dejar el aire de la habitación impregnado por la chamusquina de los algodones y la tintura de yodo  pasada al final.

Los baños de pies o pediluvios se hacían en grandes recipientes con agua muy caliente que se renovaba a cada rato.

En ella se echaba un poco de mostaza en polvo que era harina de la semilla de la mostaza que por el intenso olor llevado por el vapor picaba las narices. Eran descongestionantes.

Por este camino conocimos ese olor, antes de ingerirlas en forma de pasta como condimento de las sabrosas salchichas.

Las cataplasmas de la olorosa y noble harina de lino se preparaban haciendo la cocción de la misma en un recipiente de cobre, junto a la cama del enfermo, pera extender con rapidez, la pasta resultante en unos paños doblados como panqueques para colocarlos en el pecho del paciente.

Para dolores musculares, torceduras, etc. se echaba mano a innumerables ungüentos y pomadas, también linimentos. De los más diversos orígenes, cuyo denominador común, como ya dijimos era el fuerte olor que desprendían.

Como reconstituyente y fortificante, sobre todo de los niños nada era mejor que el Aceite castor y el Aceite de Hígado de bacalao, sobre todo este último. Su olor y sabor era decididamente desagradable. Eran muy ricos en vitamina A y D.

 La vitamina A tenía la propiedad de agudizar la visión nocturna y fue una importante etapa de la historia de la pesca en San Antonio Oeste.

Cuando ya terminaba la II Guerra Mundial, el Mar del Norte todavía estaba en manos de los alemanes y para entonces los aliados bombardeaban día y noche las principales ciudades alemanas y necesitaban la vitamina para agudizar la vista de los pilotos que bombardeaban de noche y no podían obtener el bacalao de Noruega, salen a buscar por todo el mundo un sustituto y encuentran que en el Golfo de San Matías abundaba el cazón y pagaban cualquier precio por el mismo del que solo necesitaban el hígado que era la parte rica en las deseadas vitaminas y provocan la prosperidad de la colonias de pescadores de la zona.

Platamar era una planta que estaba en el Ensanche sur donde se procesaba el cazón.

El aceite de Castor era purgante, se lo administraba en los cambios de cada estación y yo creo que competía con ventajas con el aceite de hígado de bacalao en cuanto al olor desagradable.

Se le enmascaraba el sabor con jugo de naranja, de resultas de lo cual el niño no volvía a probar naranjas por algunos años.

No deben quedar en el olvido los jarabes para la tos, aromatizados con cuanta fruta pueda imaginarse y que era necesario agitar antes de administrarlo y que provocaba el chiste repetido hasta el cansancio. Cuando la madre le preguntaba al farmacéutico y si me olvido de agitarlo, la respuesta del boticario era: Entonces agite después al niño, señora.

Los árboles utilitarios, en realidad ninguno no lo es, y los aromáticos en particular siempre ejercieron un atractivo muy especial en el hombre, entre ellos el alcanforero, que produce el muy requerido y con propiedades quizás exageradas alcanfor. Eran árboles que el hombre miró siempre con mucho respeto.

El alcanfor que es un producto blanco, sólida cristalina y de un olor penetrante, que provocaba una sensación de bienestar.

Yo recuerdo que en una famosa epidemia de poliomielitis, que se cobró muchas vidas, creo que por el año 1956 antes de que Sabin y Salk descubrieran las vacunas que terminaron con ese azote, la gente le ponía un poco de alcanfor en una bolsita colgada del cuello a los niños pensando que era efectiva para combatir el virus mortal de la poliomielitis.

Para terminar, antes de comenzar a hacer una lista de los medicamentos específicos que ya no se usan digamos un parrafito sobre el empacho, el mal de ojo y la famosa barrita de azufre.

Para comprobar si una criatura, efectivamente sufría de empacho, el curandero le levantaba tres veces con la yema de los dedos, el pellejo del espinazo, a la altura de la boca del estómago .Era creencia que si se oía un pequeño sonido era porque tenía empacho. Se curaba si se aplicaba un parche con aceite mezclado con la flor de la ceniza.

En la Banda Oriental, en cambio, según relata el médico, doctor  Roberto Boston, se afirmaba que para curar el empacho no había nada mejor que aplicarle una cataplasma con dulce de membrillo y un huevo frito sobre el estómago.

Para saber si alguien tenía mal de ojos, el curandero dejaba caer en un vaso de agua tres gotas de aceite acompañado por unas palabras.
Si las gotas se iban al fondo, el niño tenía mal de ojos. En algunos casos se había hecho el mal sin intención alguna, era hecho por personas que tenían la mirada fuerte ,   fuerza misteriosa que podía hacer el daño, que podía ir desde matar hasta hacer fracasar un sembrado , apestar al ganado o enloquecer a una persona.

Esas personas cortaban el dulce de leche mientras lo estaban haciendo. Con solo mirarlo.

En cuanto a los dolores musculares o aires  se curaban pasando por encima de la zona dolorida una barrita de azufre. Cuando crujía era porque el aire estaba saliendo y el dolor iba a pasar enseguida.

En el campo se usaban mucho los yuyos.

Para los dolores de coyunturas en cambio se afirmaba que lo mejor era la grasa de iguana  en fricciones, también la de carancho o la de comadreja

Ya para terminar vamos a hacer una lista de algunos remedios que son muy viejos para algunos y no tanto para otros.

Algunos ya han desaparecido, pero increíblemente algunos todavía existen-

Las píldoras de vida del Dr. Ross Estimulan el estómago, hígado e intestinos. Chiquititas pero cumplidoras.

Esta ya la mencionamos La emulsión de Scot. El remedio del hombre del bacalao. (El trauma de nuestra infancia.)El sabor más amargo jamás tomado.

El Alka Deltzer, un antiàcido para tomar después de una borrachera-El Uvasal con el mismo propósito, pero con menos fama de eficaz.

Iodex un antiséptico 

Optalidon -Nada mejor para el dolor de cabeza, según se decía. Sin embargo fue prohibido par cancerígeno

La leche de Magnesia Phillips, el laxante ideal.

Algo para no creer. ¿Cigarrillos para asmáticos ¿Si señor y había de varias marcas una de ellas Esco. Y otro del Doctor Andrew
El citrosodine que según decía la propaganda era lo mas potente para dolores de estómago

A uno lo enderezaban con dos o tres pastillitas,

Un antidiarreico que también terminó prohibido por ser cancerígeno: el Entero vioformo

Los parches porosos del Doctor Winter para ser colocados en el lugar del dolor muscular y si fallaban los parches estaban las cataplasmas Hartman

De Barcelona venían las ampolletas según la formula del Doctor Ferrer, para inyectarlas para curar dolores de estómago rebeldes.

Nunca me la pusieron pero siempre se dijo que quien no la usara podía darle una enfermedad llamada Beri Beri que era algo horrible que le daba a los chinos que solo comían arroz; Beriberina, según decía el prospecto era vitamina B 1, débil y era inyectable.

La coramina, también inyectable para el corazón, arritmias y baja de tensión-

El Mentolatun, servía para todo. Había que calentarlo con un fósforo en una cucharita y luego se lo untaba en el pecho para calmar la tos. Y  muchos sobrevivieron
Tenía algo parecido en el Vick Vaporub.

Otra cataplasma muy usada era el Antiflogistine.
El Veganin, otro analgésico potente con codeína.

Para las disfonías neurovegetativas o como se dice ahora, el stress, estaba el Bellergal

Y las inolvidables pastillas Valda que eran unas pastillas gomosas, pero dulces. La publicidad decía Entre pecho y espalda, pastillas Valda.

No nos olvidemos de la Limonada Rogè que tenía la magia de que no venía preparado sino que había que prepararlo en el laboratorio de la farmacia

Bueno, démosle gracias a Dios que estamos vivos a pesar de los  maravillosos remedios de los que disponíamos en nuestra niñez.

Ya, ahora sí, para terminar con el tema digamos que las primeras boticas o farmacias en San Antonio Oeste fueron las de Campello, Sampayo y Patanè.

Sería bueno que algunos oyentes llamaran para enriquecer el tema, aportando otros remedios que no hemos mencionado

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